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Etimología del término planeta

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El término ‘planeta’ originario del griego «πλανητηςplanētēs’», ha estado en medio de conflictos filosóficos, ideológicos e incluso científicos, en el sentido que inicialmente las luchas de las religiones en su pretensión de implantarse en el mundo, no solo atacaban una creencia, unos dioses o unas ideas particulares en torno al ser humano o al cosmos, sino que avasallaron un saber atesorado por la humanidad como ocurrió en casi todos los lugares del planeta, en donde al margen de imponer sus creencias incidieron en otras instancias entre las cuales se destacan lo filosófico, lo artístico, lo idiomático e inclusive pretendieron cambiar los hábitos y hasta los nombres de sus habitantes. Por ejemplo, el cristianismo hizo todo lo posible por borrar de la historia y de la memoria humana lo conocido desde tiempos remotos y con ese fin se las ingeniaron para crear interpretaciones diferentes que reforzaran sus propias convicciones e instaurar de una manera definitiva sus creencias.

El término planeta en la actualidad se refiere a los astros girando en torno al sol, cosa que fue conocida por los antiguos pueblos tal cual lo evidencia Aristarco de Samos (pensador y matemático griego nacido en el año 310 antes de Cristo), quien se documentó sobre diversos tópicos en la biblioteca de Alejandría dando pie a que fuera la primera persona en exponer que el sol era el centro de nuestro sistema solar, sin ser escuchado lo suficientemente en su momento. Pero sucede que el cristianismo en su expansión, no solamente impuso un credo, sino que reforzó de una manera contundente la visión geocéntrica y convirtió esta teoría en una verdad irrefutable y en un dogma que condujo a que fuese temible pensar en algo distinto y a que se olvidara casi por completo que el sol era el eje.

Desde tiempos remotos el abordaje de los eventos manifiestos en la bóveda estelar, se hacía a partir de los seres vivos, en el sentido que su punto de partida eran sus estructuras más íntimas, lo que exigido de sus estudiosos el empleo de dotes interiores y espirituales y amparados en la observación, lograron darse cuenta de los enormes campos de acción de los planetas sobre la dinámica vital terrestre, dando pie a que esta lectura ganara la batalla ante las sugerencias de la razón y la argumentación, pero sucede que cuando surgió el racionalismo, se invirtieron los papeles.

Las raíces etimológicas del término planeta han dado pie al surgimiento de una multitud de apelativos que hoy se consideran ciertos y con los que se pretende identificar sus alcances, tal cual sucede con: errante, inestable, cambiante, que se mueve, que se desplaza y que no tiene un lugar fijo en el que mantenerse, lo que exige ir hacia el pasado para clarificar sus verdaderos campos de acción.

No se puede desestimar que la vida pueda ser abordada bajo premisas diferentes a aquellas vigentes en la actualidad, lo que da pie a que sea posible abordar los planetas como puntos celestes que pueden ser vistos desde el sol, la luna u otro lugar del sistema solar, pero también, a partir de la tierra, del ser humano, de los seres vivos y de una localidad en particular. Lo que plantea la posibilidad de sustraerse de la visión pragmática que inhibe rebasar fronteras y que no considera ni tiene presente la inspiración que indujo en sus orígenes a crear estos términos y a indagar en sus alcances con el fin de llegar a conclusiones mucho más cercanas a la realidad. Por tal motivo se hace viable repensar el término planeta:

  1. Si consideramos un astro que se desplaza por la bóveda celeste y no conocemos los patrones que inciden en su desplazamiento y no tenemos idea sobre las leyes propias de la mecánica estelar, es posible creer que se mueve sin sentido y que no se acoge a ninguna premisa que permita asirlo con la razón y bajo soportes numéricos propios de un análisis concienzudo. Se asemeja a la creencia que el caos es el dínamo y el inspirador de la vida, cuando en el caos mismo pervive un orden, tal cual lo sugiere el popular adagio que dice “ni la hoja de un árbol cae sin la voluntad del altísimo”. Por tal motivo, al detenernos en todo lo que condujo al surgimiento de la vida, se realza la temporalidad que le es propia y que se ratifica en las dinámicas que le caracterizan y que inducen a validar la existencia de ciclos, que para quien no los conoce, puede pensar que el azar o la casualidad y por ende que su condición errática son su razón de ser, cuando sucede que, en lo profundo de esta dinámica, se evidencia la presencia de un orden congruente con la visión simétrica y perfecta que del universo tenían. De allí que el apelativo planeta se erigió producto de un gran esfuerzo por encontrarle una explicación a los cambios y muy especialmente al querer conocer el origen de los acontecimientos que se hacían presentes en un contexto amplio y colectivo, pero también en lo pequeño y reducido propio de lo humano y de lo individual. Los astrólogos realzan los períodos o las etapas a las que se supedita todo lo que existe, por lo cual, de tiempos remotos sus estudiosos hurgan en este enconado tema con el fin de elaborar mediciones en torno al porqué de las circunstancias que se exploran en el presente y de avizorar los ritmos a los que se va en camino.

No se puede desestimar que el ser humano cuente en sus estructuras más recónditas con la historia nómada de sus ancestros, lo que en su momento condujo a suponer que se movía sin razón y sin orden; pero cuando llegó la hora de validar la presencia de los planetas se encontró el cauce para percibir que su desplazamiento era compatible con el movimiento y la dinámica humana e incluso terrena.

Cuando se le encontró un sentido al desplazamiento de los astros y se declinó a la visión errática y cambiante que les inspiró en un principio, se hizo posible apreciar que el ser humano también hacía parte de engranajes cósmicos y de sincronías que marcaban de una u otra manera su historia.

En el caso del ser humano y a la luz de la periodicidad, se torna viable realizar múltiples cálculos tendientes a hallarle sentido a su naturaleza errática. Por tal motivo constituye un referente que sugiere la existencia de una ciclicidad o temporalidad a la que se expone su vida que puede ser conocida con antelación.

      2. Este término lleva en su seno la palabra ‘plano’ que proviene de una antigua raíz alusiva al Indoeuropeo ‘pelǝ’ que se interpreta como «‘plano, llano o liso’» que está correspondido con la altitud y por ende con nivel o desnivel, pero también alude directamente a la localidad que origina las observaciones; por tanto, refleja la significación que tiene el horizonte local desde el cual se lo aprecia en su desplazamiento o simplemente en el caso del sol apareciendo por el oriente. Estos hechos refuerzan la importancia de la planicie en la que se realiza la primera inhalación o en la que se encuentra una persona que se ve afectada por esa gran cúpula del cielo que lo circunda.

 

  1. Este vocablo está relacionado con la palabra ‘Plan’ la cual es fuente de un término originario del latín: ‘planus’ que se interpreta como ‘plano’ lo que puede ser sinónimo de la visión que tenían estas culturas en torno a que los planetas estaban relacionados con planos de la realidad, pero también con dimensiones espirituales o planos del alma.

 

  1. La raíz ‘Plan’ está conectada con una multitud de palabras entre las que se destacan planear, plantear o planificar; las cuales en su conjunto conducen a mirar hacia el futuro, lo que sugiere que, al estar correspondidas con el devenir, se trata de un término que hace ver a los planetas como si ellos hicieran parte de ‘un plan’, lo que puede ser sinónimo de quienes lo ejecutan, lo elaboran o se integran en él. Lo que lleva a pensar que se nace con un ‘plan o una misión para la vida’, lo que conlleva a que su valoración pueda ser significativa con el fin de indagar en ese boceto o proyecto aprobado antes de nacer. Faculta para adelantarse en el tiempo con el fin de evidenciar las implicaciones que tiene iniciar el proceso vital en un momento dado y muy especialmente de validar los márgenes de libre albedrío que le son propios. Es una opción para profundizar en los acuerdos precedentes y conduce a apreciar los planetas a modo de arquetipos o de modelos estructurales que dan luces para tratar de clarificar el plan del alma con el fin de precisar detalles o infidencias de la senda a ser transitada.

Bien puede señalarse que el plan del alma está emparentado con los planetas y que la primera inhalación es el disparador que convierte en una realidad todo aquello previsto; por lo cual, para su conocimiento se requiere de los diversos cálculos que la astrología realiza en aras de indagar sobre ese boceto que se tiene para la vida.

 

  1. Se origina de la raíz indoeuropea ‘plat’ la cual puede interpretarse de muchas maneras entre las cuales se encuentran las palabras ‘extender, explayar y esparcir’ lo que está muy relacionado con los temas de la construcción y particularmente con el dibujo y es aquí donde sale a relucir el que alude a los planetas como un referente que permite en su estudio conocer el plan para; realizar un boceto o diseñar e incluso alude a la vida o al proyecto con el que ya se cuenta para ella.

Es como si los planetas pudieran representar la intención de un derrotero y la motivación cósmica de una senda a ser transitada y de validar la existencia de un boceto previo al camino a ser transitado.

 

  1. Este término está relacionado con ‘la planicie’, refiriéndose al sitio de nacimiento o a ese espacio geográfico en el que se realiza la primera inhalación, que es el punto de partida de su vida, como si para quien nace o para el bebé que toma su primer aliento no hubiese obstáculos en la latitud y longitud del lugar natal, ya que entra en sintonía con todo el horizonte; y para él, es como si hiciera parte de esa gran localidad. Por esa razón se puede concluir que los relojes biológicos guardan memoria de la planicie que los ve nacer y hace las veces de un referente en torno aquello que le corresponde vivir.
  2. El lexema ‘plan’ se relaciona con el mundo vegetal en el sentido que ese es el asidero de las plantas y por ende de las plantaciones, de allí que el vocablo ‘planta’ que aunque se aprecia correspondido con otras realidades, no se puede desestimar que lleve la misma raíz de los planetas, lo que sugiere que en un principio es un término que nos habla de un ser vivo que se encuentra en una localidad y que desde allí se conecta con lo que le circunda (lo geográfico y lo cósmico) lo que hace entrever que es como si la planta estuviera conectada con el cielo o con las estrellas, más aún, cuando se logra percibir que esta palabra está emparentada con los planetas, lo que se convierte en un referente de gran significación sobre la dependencia que tiene lumínica magnética e inclusive eléctrica del sol y de la luna, a modo de asideros cósmicos que marcan hitos en su dinámica biológica y de aquello a lo cual se expone. Realza las dos luminarias mayores por su valor en los procesos a los que se expone entre los cuales está la fotosíntesis derivada del accionar del sol y del desplazamiento de la savia fruto de las presiones de la luna, lo que conlleva a evidenciar que la actividad de las plantas está vinculada con la dinámica estelar. Es por esa razón que en antaño surgieron procedimientos diferentes para abordar el reino vegetal y animal y en donde lo primero que se hizo fue simplemente organizar las plantas de acuerdo con las familias de los planetas y los atributos particulares que les eran propios, situación que fue cambiando con el transcurrir del tiempo.

De la misma manera la palabra ‘plantare’ que está correspondida con la siembra, nos habla de la presencia de los planetas en los procesos mismos que están correspondidos con el inicio de un nuevo proceso vital.

  1. El vocablo ‘plan’ tiene muchos asideros entre los cuales está uno que es el que nos habla de la palabra plantar cuyas raíces son las mismas del término planeta como si fuera un referente que permite materializar energías, condensar procesos y establecer bases de unas nuevas dinámicas energéticas que pueden marcar hitos en la dinámica vital.